10.11.06

34-E, 911, 11-S

Con respiración pausada y serena, reposaba reclinada en su asiento, envuelta en una fina manta. Sujetaba sobre sus piernas aquel libro que había elegido como compañero de viaje. Leía, aún aletargada por el sueñecito del que acababa de despertar, apenas sin percatarse de que la única luz que le permitía entrever aquellas páginas, era el reflejo que sobre ella proyectaba la pantalla que mostraba nuestra posición entre Europa y América, sobrevolando el azul del Océano Atlántico.

Al tiempo que se concentraba en la lectura, escuchaba algunas de sus canciones favoritas, que quizás, a ratos, le traían recuerdos de su Bolivia natal, o de la ciudad de Madrid que acababa de dejar atrás unas horas antes, o regalaban a su imaginación presagios de las vivencias que disfrutaría en tierras ecuatorianas.

La carrera de un niño por el pasillo contiguo a su asiento la devolvió a esta realidad en la que había estado flotando en la penumbra. Decidió encender el pequeño foco del panel superior, y sus ojos brillaron a la luz, dejando adivinar su innata alegría, y volvió a adentrarse en las letras apasionadas de Isabel Allende.

Miré por la ventanilla, el ocaso al fin estaba venciendo, después de una persecución de 5 horas tras el sol en el horizonte...


(TEE7H1NG - 11/09/2006)

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