19.9.05

C.L.H.

Mis lágrimas se derraman como leche hirviendo. Son el humo que advierte del fuego que me abrasa por dentro. Trato de decir tu nombre entre susurros, pero lo grito con todas mis fuerzas, hasta que mis cuerdas vocales enmudecen de dolor. El eco me devuelve todo el daño que acabo de expulsar, y lo clava en mi pecho como una daga enfurecida por el viento. La sangre resbala por su brillante hoja de invisible acero, y se precipita al vacío, dejando sus gotas una huella en mis botas manchadas de tierra. La misma tierra que sostiene una lápida blanca gravada con hermosas runas y dominada por una rosa del mismo color que mi sangre. Una rosa que reposa sobre la piedra fría, bajo la cual reposan tus restos... ¿dónde? Tú ya no estás aquí... Clavo mis rodillas en el barro. En su quietud el silencio revela cómo me encuentro... ssssssssh... solo... como la luna en su trono, como el graznido del cuervo en la noche. Mi alma arde como una vela iluminando tu sueño eterno. La fría madrugada me hace temblar, pero el fuego consume mis entrañas, y mis lágrimas se derraman como leche hirviendo.


(TEE7H1NG; 26/11/2004)

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